viernes, 28 de agosto de 2015

Los recuerdos del abuelo. (Prólogo)


 Los recuerdos del abuelo       

 (2)     Prólogo                (5/1/2014)                                                             

Días atrás hablaba con mi hermana, que es algunos años mayor que yo, y se me ocurrió preguntarle por un familiar del cual quería conocer algún detalle o episodio de su vida. ¡Cual no fue mi sorpresa cuando me dijo que no se acordaba ni de su nombre! Sentí entonces una gran tristeza al comprobar que tantos recuerdos, tantos momentos buenos o malos permanecerían en el olvido y consecuentemente en el desconocimiento de hijos, nietos y parientes más jóvenes. 
Decidí entonces recoger dentro de lo posible y con la mayor veracidad hechos y situaciones vividas hasta donde mi memoria alcance.
Trato en esta recopilación de pequeños relatos más que contar la historia de mi vida, que no tiene mayor relevancia, recoger los recuerdos que me afloran a la mente y sacarlos de dentro de mí para dar a conocer la vida que nos tocó vivir a muchos de los de mi generación, las costumbres de la época, las modas, las fiestas y tradiciones de mi tierra, la forma de distraernos y divertirnos los chiquillos en una época de censura cinematográfica y represión política, obligados a funcionar dentro del sistema nacional católico sindicalista implantado por el régimen franquista, ya que no existían otras alternativas de desarrollo y expansión al margen de la estructura establecida, o para poder vivir tranquilo so pena de sufrir las consecuencias de exclusión social, o si eras más combativo padecer penas de cárcel por el solo hecho de no aceptar las ideologías de los poderes  dominantes, él Estado y la Iglesia Católica.
Aquí me viene a la memoria el recuerdo de un compañero de trabajo de nombre Marcelino (no Marcelino Camacho el líder sindical que es posterior a estos relatos), que después de una manifestación (por supuesto no autorizada) de trabajadores por la Gran Vía de Madrid y Plaza de España, allá por el año 1958, acabó con sus huesos en la cárcel y de cuya situación carcelaria nunca tuvimos noticias.
También quiero contar la disciplina y la urbanidad exigida a los niños de la época y los métodos de estudio impuestos; donde primaba el aprendizaje memorizado, el conocimiento exhaustivo del Catecismo Ripalda, las asignaturas obligatorias de la Religión Católica y las de Formación del Espíritu Nacional,  y la separación por sexos en las escuelas.
Además de recoger las peripecias de la emigración allá por los años cincuenta y sesenta, cuando miles de españoles abandonábamos nuestro país para mejorar las condiciones de vida, para librarnos de hacer el servicio militar obligatorio, para conocer el mundo y otras culturas y, tantas e individuales razones que llevaron a cada uno de nosotros a abandonar nuestra tierra, la familia los amigos y las novias.
Dentro de estos relatos trato también de recoger episodios vividos dentro de las Empresas en las que trabajé; de los amigos que allí dejé y aún recuerdo y, con los que mantengo contacto y de otros no tan amigos; o malos jefes y gestores de los cuales no quiero acordarme.
No pretendo con esto dar lecciones o consejos a nadie, solo espero que alguien incluido mis nietos y bisnieto lo lean alguna vez para que, si son útiles estos relatos breves, puedan sacar algún provecho de ellos.
                                                                                                                                        
Después de mi jubilación, con motivo de asistir a un taller de “Literatura” y otro de “Grandes Lectores” que se desarrollan en los centros de mayores de la localidad donde vivo, se me ha despertado el “gusanillo” de escribir historias, algunas de vivencias propias y otras de ficción que como parte de los deberes del taller, la monitora nos da una línea central para que la desarrollemos.

De momento estoy feliz por abrir mi corazón y, poder hacer un modesto homenaje a mi familia y a mis amigos escribiendo los recuerdos, anécdotas y hechos acaecidos a lo largo de mi vida.

Desde estas líneas darles las gracias a los compañeros que cariñosamente, o por educación, han tenido la paciencia de escucharme narrar estos relatos y ahora a  posibles lectores que se hayan atrevido a entrar en esta página.   

Hasta siempre con afecto.

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