domingo, 11 de octubre de 2015

La venganza del taxista                       (20/01/2014)
   
El taxista Rafael Contreras, ¡juró que se vengaría!
Nunca pensó que tendría que vivir una situación tan complicada, que le afectara en su vida cotidiana hasta el punto de tener que renunciar a su familia.
Era una fría y lluviosa noche de invierno cuando este hombre joven de 35 años, muy trabajador y al cual no le importaba hacer el turno de noche para llevar a su casa un buen salario que mejorara las condiciones de vida de su mujer y su hija, transitando por una desierta calle del barrio de Bombalí fue requerido para hacer una carrera. Frenó el taxi y aparcó cerca de la acera para que subiera el peatón que había solicitado sus servicios. Aun no había bajado la bandera del taxímetro, cuando vio como subían rápidamente al taxi otras dos personas, una de ellas portando un maletín que escondía lo mejor que podía debajo de la gabardina que vestía.
— ¡Llévenos a la calle Pozo Azul! —Dijo uno de los hombres.
— Al restaurante Panza Llena, —añadió el que parecía llevar la voz cantante del grupo.
Rafael inició la carrera sin hacer comentarios, a pesar que su carácter era muy abierto y cordial; tampoco eran muy dicharacheros y locuaces los clientes que llevaba en el asiento trasero.
Llegado al sitio convenido, se apearon los tres ocupantes, dejando el maletín deliberadamente en el asiento trasero, no sin antes advertirle a Rafael que la carrera la pagaría un cuarto personaje que inesperadamente apareció en escena, subiéndose al taxi y solicitando de forma desabrida:
—Llévame a la calle Montenegro, al lado del Centro Comercial “Gástate la Pasta”—.
Durante el trayecto, por el espejo retrovisor Rafael veía como el pasajero se mostraba bastante inquieto y, cual no fue su sorpresa cuando éste aprovechando que el automóvil disminuía la marcha al tomar una curva, abría la puerta trasera y se arrojaba en marcha, rodando por la calzada para después levantarse agilmente y correr perdiéndose entre los soportales, dejando el maletín olvidado en su huida.
Aún no se había recuperado del susto Rafael, cuando intentaba aparcar para cerrar la puerta que el pasajero había dejado abierta al arrojarse al suelo. Entonces se vio interceptado por dos coches de la policía del cual bajaron unos agentes, que pistola en manos le dieron el alto y lo maniataron.
Requisado el maletín, se descubrió el contenido del mismo; cocaína de la mejor calidad. Rafael no supo explicar la procedencia de la misma y mucho menos convencer a la policía que no tenía nada que ver con aquello.
Fue juzgado y, condenado a tres años de prisión en la cárcel de la ciudad, por tenencia y   tráfico de drogas.
Durante su estancia en el penal solo pensaba en como vengarse de esos canallas que le habían destrozado la vida, haciendo que su matrimonio se rompiera y con él el cariño y el contacto de su pequeña hija.
Cumplida la condena, ya libre; sin trabajo, sin taxi, ni casa donde vivir, se sumergió en el mundo del hampa y de los narcos con el fin de localizar a los mal nacidos que le habían arruinado.

Trabajó para varios clanes hasta hacerse con un buen nombre y cierto prestigio dentro del mundo del narcotráfico, haciéndose respetar entre los mafiosos.
No sin trabajo y muchas horas de dedicación pudo por fin localizar y contactar con el jefe del clan que le metió en chirona. Le propuso a éste una operación en la cual ganaría mucho dinero, pues había un cliente muy rico que él conocía y, que estaba muy interesado en adquirir una gran cantidad de droga.
Fijado el lugar y la hora, allí se presentaron con el alijo. Pero allí también estaban, aunque bien escondidos, hasta la hora de intervenir, los policías que previamente habían sido puestos en alerta por el taxista; que abortaron la operación y detuvieron a los traficantes y requisaron toda la mercancía.
A estos criminales les cayeron unos cuantos años de cárcel, por supuesto muchos más que los que cumplió el taxista. Estos aún siguen cumpliendo condena en la cárcel de alta seguridad de la capital de su país.

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