viernes, 24 de marzo de 2017


EL  MENTIROSO                    

 

El chico es un chulito de playa que durante el verano se dedica a ligar con las chicas que aborda y conquista gracias a su piquito de oro y a su buen aspecto físico.


Aunque no tiene donde caerse muerto, presume de tener un coche de alta gama que nadie ha visto porque dice que lo tiene en el taller reparándolo, ya que las piezas que necesita tienen que traerlas de Alemania y esto aparte de ser carísimo tardan mucho tiempo en llegar, porque son de una fabricación especial echa de encargo.


Así que anda siempre con el coche de la chica que ha engatusado, como si fuera el dueño del mismo y se va a vivir con ella aunque sea por poco tiempo con lo cual no tiene que pagar alquiler.

El dinero que algunas veces maneja lo gasta generosamente con sus colegas y de vez en cuando lo comparte, para agradarla, con la chica de turno que cree haber atrapado en este chico un mirlo blanco.

El chasco que se lleva la joven ilusionada es mayúsculo, cuando éste cansado de la relación física, desaparece de su vida llevándose el televisor y las joyas que ésta tenía en su casa. La mayoría de ellas regalos de su familia.

Durante el invierno, en la ciudad que vive, está atento para descubrir a la chica que podría solucionarle el problema del alojamiento y si esto no es posibles, por lo menos le garantice unas buenas jornadas de sexo placentero.


La chica se volvió para mirar quien le había preguntado si ella era la última de la fila, pregunta que le pareció bastante obvia. No obstante, contestó amablemente que sí.

El joven que así la interpelaba, era un sujeto de porte atlético y aspecto simpático poseedor de una amplia sonrisa que dejaba ver unos dientes muy blancos y bien dispuestos dentro de una boca de labios carnosos y mejor perfilados.

Al verlo la chica pensó:

«¡Caramba, qué guapo!»

He venido para ver si hay alguna oferta para trabajar como contable dijo el chico intentando entablar conversación.

La chica no le respondió de momento, aunque dudaba:

«¡Parece buena persona! ¡Creo que voy a seguirle la conversación! ¡Así se me hará más corto el tiempo de espera!»

El chico insistió:

—¿Sabes que me he puesto en esta cola solo por hablar contigo? Me he atrevido a abordarte porque sé que de aquí no te vas a ir hasta que no te atiendan.  

—Pues yo he venido a sellar mi demanda de empleo. Llevo meses esperando una oferta para trabajar como arquitecto técnico —dijo la chica— pero cogería cualquier trabajo que se me presente. Ahora estoy vendiendo libros de puerta en puerta para ganar algún dinero con el que ayudar a mis padres que están jubilados.

—Pero eso de tratar con el público es un trabajo difícil y a veces poco gratificante.

¡Es verdad! Además es un trabajo mal remunerado. ¡Fíjate! Este mes solo he vendido un diccionario de latín para un vecino que está preparando unas oposiciones para profesor en el Instituto Veritas.

—Bueno, mi nombre es Rafa Ibáñez   —se presentó el chico.

—Yo soy Elena, encantada de conocerte.

—Con la formación que tienes, creo que yo podría ayudarte a encontrar otro trabajo mejor.

El chico continuó: 

—Quiero decirte que no estoy desempleado, he venido a esta Oficina de Empleo a traer los contratos de unos trabajadores que van a entrar en la “Constructora Levanta” para la que trabajo y que va a iniciar un nuevo proyecto de edificación; si ella y el cliente llegan a un acuerdo económico.

—¡Qué guay! Ojalá se concrete, pues supone nuevos puestos de trabajo   —añadió la chica visiblemente contenta.

—¿Qué te parece si me das una copia tu currículum? Y lo dejo en manos del responsable de Recursos Humanos de la empresa —le propuso el chico.

—¡Me parece bien! Te lo agradezco mucho   —respondió la chica ilusionada—   si quieres pasamos por mi casa después de terminar aquí y te doy una copia  —añadió.

                                          

Acabó la chica los trámites para los que había ido hasta la Oficina de Empleo y salieron juntos a la calle. Entonces el chico le dijo:

—He venido hasta aquí en un taxi, pues tengo mi coche en el taller reparándolo. Así que podemos coger otro para ir hasta tu casa.

—¡No! ¡No es necesario! Podemos ir en el mío. Lo tengo aparcado cerca de aquí —sugirió la chica.


Cuando llegaron a su casa, la madre y el hermano de la muchacha, estaban montando el Árbol de Navidad y colocando a Papá Noel en sitio preferente dentro del salón.

El nuevo conocido de la chica, amablemente se ofreció a ayudarles en cuanto ella buscaba ilusionada la copia del currículo pensando que posiblemente esto le abriría las puertas del mercado laboral.

Mientras tanto el chico cada vez que colocaba una bola en él árbol pensaba en la rentabilidad carnal que podría proporcionarle aquel inesperado encuentro.

 

 Habían pasado algunos días de aquel acercamiento cuando sonó el teléfono de Rafa. Por el tono del mismo sabía quién le estaba llamando.

—¡Sí, dime Lolo!

—Oye, tengo un encargo para ti.

—¿De qué se trata?

—Vete preparando porque tendrás que ir a una fiesta. El capo quiere un tío como tú, con mucha labia, para introducir en la discoteca Privilege, los nuevos estupefacientes de diseño entre el colectivo gay.  

—Joder, esa gente no me mola. Cuando se toman unas copas de más o unas pastillas son capaces de meterte mano. Y ya sabes cómo terminamos todos en Comisaria la última vez que estuvimos en un sarao con esa gentuza.

—Pues ya sabes que al jefe no le gustan los tránsfugas.  Así que lo tomas o lo dejas. ¡Pero después no te lamentes si no tienes un céntimo en el bolsillo! Y vas a tener que lamerle el culo a cualquiera de esos maricones que tan poco te gustan.

—¿Y cuándo será esa velada?  

—El próximo sábado.

—Me viene bien. Así tendré libre el domingo. Estoy urdiendo un plan cojonudo con una piba que me encantaría llevarla al huerto. ¿Dónde nos podemos encontrar para que me pases el alijo? 

—Pásate esta tarde por el pub: “The Chandos Arms” y te daré instrucciones.

—¡Oye! ¿Y cuánta pasta ganaré?   

—Si se coloca toda la mercancía, te podrás ganar unos cinco mil pavos. ¡Nada mal para una noche! Y encima podrás divertirte como un enano…¡Ah! ¡Se me olvidaba! Tienes que llevar un antifaz, es la única prenda obligatoria, que piden, para asistir al evento.

—¿Y cómo vamos a meter la droga en el local?

—Bueno, los guardias de seguridad que son de nuestra total confianza, y que te presentaré cuando vayamos al pub, la tendrán custodiada y te dejarán entrar con una riñonera para que durante la fiesta puedas portarla y distribuirla.

—¡Vale! Nos vemos entonces.

—¡Hasta luego!

Apenas acabó la conversación con Lolo; Rafa decidió seguir con su plan y llamó a la chica:  

—Hola Elena, soy Rafa, te llamo para decirte que ya tiene en sus manos tu currículum el Jefe de Personal. Además ya se ha firmado el contrato entre mi Empresa, la Promotora de la Urbanización y los dueños del terreno.

—¡Que buena noticia!

—Sí, por supuesto. ¿Qué te parece si nos vemos el domingo y te doy más detalles?  ¡Oye! Tengo una entrada de cine reservada para ti; no me la irás a despreciar ¿verdad?

—Bueno, pero quiero que me cuentes que le ha parecido mi currículum.   

—Ha echado en falta que no tengas experiencia anterior, pero como me llevo muy bien con él, he insistido haciéndole ver tu buen expediente académico y las prácticas que hiciste en la Constructora de Florentino Pérez. ¡Seguro que te tendrá en cuenta en el proceso de selección! ¿Nos vemos, entonces, a las seis en la puerta del Multicine Yelmo? 

—¡Vale!

Apenas Rafa ha apagado su móvil, le asalta nuevamente el deseo lujurioso del próximo encuentro con la chica, a la que deberá engatusar para conseguir nuevos encuentros, estirando al máximo la expectativa de la chica de conseguir ese trabajo tan deseado.

A media noche se abrieron las puertas del local donde el público impaciente se agolpaba para entrar a la macro discoteca.

Hacía apenas un par de horas que se había iniciado la celebración y algunos participantes ya estaban actuando como si aquella fuera la última noche que habrían de vivir.

Rafa circulaba a sus anchas por todas las pistas de baile trapicheando con sus diferentes alucinógenos de nueva generación. Las ventas iban viento en popa y ya se estaba imaginando el festín que se daría al día siguiente con su presunta nueva víctima.

La juerga continuaba….La música resonaba por todos los rincones del local, y el alcohol corría a raudales. Los “DJS” se esmeraban en la programación de las músicas más cañeras del momento. El sonido reguetón inundaba los sentidos de los bailarines cuyos cerebros se veían golpeados por la vibración de los bafles y por los efectos, que generaban un deseo sexual intenso, de las drogas que habían consumido. 

De repente la música dejó de sonar. Desde la megafonía del local avisaron:

—¡Por favor!¡Presten atención, no se alarmen! ¡Mantengan la calma! ¡No hay ningún problema de atentado ni emergencia! Por motivos de sobreocupación del local la policía va a proceder al desalojo de la Discoteca preventivamente, para evitar posibles tumultos como los que ocurrieron en la pasada fiesta de Halloween.

A la salida, la policía apostada en cada puerta, estaba muy atenta a que todos los asistentes, a la salida, se hubieran despojado de sus máscaras.  

Aquella tarde de domingo Elena aguardaba con ilusión el encuentro con Rafa, ignorante de que el chico había sido detenido por la Brigada de Estupefacientes. El chivatazo anónimo de un mafioso de una banda rival de la de Lolo, había dado pelos y señales del camello que estaba vendiendo la droga en el local. 

…Habían pasado varios días desde el fallido encuentro en el cine. Desencantada de la espera Elena decide ponerse en contacto con la “Empresa Constructora Levanta”:

—Por favor, quisiera hablar con Rafael Ibáñez del Departamento Financiero.

—Un momento por favor; déjeme hacer una comprobación.

…Pasados unos minutos interminables; la voz de la recepcionista le comunicó:

—Lo siento señorita, el señor Rafael Ibáñez nunca ha trabajado en esta empresa.

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